A medida que ha ido pasando el tiempo me doy cuenta de cómo de importante es y será siempre la familia, y entre ellos, si cabe una distinción, mis hijos y sobretodo el puntal de mi vida que es mi mujer.
Mi mujer es una mujer fuerte, preciosa, intranquila; a veces pienso que con su vorágine nos borra, pero es gracias a ella, a la vorágine que remueve a su alrededor, que nos lleva siempre a su lado.
Mi Mujer es una mujer fuerte, preciosa, intranquila; a veces el mar se pone nervioso de solo verla y estoy convencido que se le sube la sal, al mar, de solo pensar que la tendrá en sus brazos. Se tensiona, y se deja, se encuentra y se olvida, porque ella, tan morena y tan atemporea, nos muestra el ritmo de todos y cada uno de sus pasos, para que los copiemos y los aceptemos como el ritmo vital que hay que seguir.
Mi Mujer, es una mujer fuerte, preciosa e intranquila; salva vidas solo con mirar, y seguro que las llamas del hogar de nuestra casa, se amilanan solo de verla pasar.
Ella es así y nosotros los que la queremos no podemos hacer otra cosa que quererla hasta la inmensidad, porque el horizonte es suyo y no nos queda nada más.